Un proyecto en los estados brasileños de Pará y Amapá, en plena Amazonía, busca frenar la deforestación de la selva y fomentar la bioeconomía de la región con abejas melíferas, que son especies sin agujón.
Con recursos del Fondo Amazonía, que financia el proyecto entre comunidades tradicionales de la selva, se instalaron casas de madera especiales para las abejas, diseñadas por una organización de la sociedad civil, el Instituto Peabiru, que recibió 2 millones de reales (unos 400.000 dólares) entre 2014 y 2017 del Fondo Amazonía.
Las abejas se distribuyen en 30 comunidades de siete municipios de los dos estados. Además de Pará, comunidades indígenas y ribereñas de Amapá recibieron cajas en las que las abejas producen miel sin descanso.
“El material es llevado por empleados del instituto, que también capacitan a las familias que reciben las abejas. Los cuidados son sencillos y exigen sólo algunas horas de trabajo por semana”, comentó Adriana Ramos, miembro del Instituto Socioambiental.
“Durante el invierno, con la alta incidencia de las lluvias, hay que alimentar artificialmente a las abejas para que no dejen de producir. Para ello se utiliza un pequeño frasco acoplado a la caja, que siempre está lleno de agua azucarada”, agregó.
Según ella, el hecho de que las abejas no tengan aguijones facilita la extracción de la miel y no requiere equipo de protección personal. Por último, el instituto brinda su apoyo prestando la máquina que succiona la miel de las quejas. Algunas de las familias venden a intermediarios y turistas, pero el instituto también compra la miel para su posterior venta.
“La sostenibilidad de la Amazonía vendrá de la diversidad”, comentó Ramos, para quien a diferencia de otras actividades económicas que presuponen la misma actividad a gran escala, en el caso de la Amazonía, en pos de garantizar la sostenibilidad de la selva, es necesario apoyar diversas iniciativas, realizadas con diferentes productos que normalmente se elaboran a pequeña escala en las comunidades.
Este tipo de modelo económico, basado en pequeños productores, requiere una capacidad de inversión inicial prácticamente inexistente entre la población local.
En el caso de Peabiru, la intención no era crear una red de apicultores exclusiva para la producción de miel, sino proponer una actividad que pudiera conciliarse con otros tipos de producción.
El proyecto ha cambiado la vida de los habitantes de estas comunidades, que han visto una nueva fuente de ingresos, de entre 1.000 y 1.500 reales (entre 200 y 300 dólares) para los productores, al año.
“Es un buen ingreso extra para nuestra familia. Es algo que hacen mis hijas y mi marido. Todos los días venimos a dar los buenos días a las abejas”, dijo Maria Soares, productora, cuya familia también produce açaí, su principal fuente de ingresos.
Hoy, el proyecto crece sin la acción directa del instituto, con la posibilidad de multiplicar las abejas fabricadas por los propios productores. Con el acoplamiento de dos cajas, las propias abejas se dividen y forman una nueva estructura, que puede dividirse después.
“Como soy monitora de medio ambiente, trabajo mucho la conservación de la naturaleza en mis cursos, y hablo mucho de las abejas. Y aquí todo el mundo quiere abejas”, agregó Soares, que tiene unas 20 cajas de abejas en Ilha do Combu, a 10 minutos en barco de la ciudad de Belém, la capital regional de Pará.
El proyecto es posible gracias a la financiación del Fondo Amazonía, creado hace 15 años y que desde entonces ha apoyado a 653 instituciones, lo que ha repercutido en 241.000 personas implicadas en actividades de producción sostenible.
El dinero, que proviene de donantes internacionales, como los Gobiernos de Noruega y Alemania; y nacionales, como Petrobras, se calcula a partir de las tasas de reducción de la deforestación previstas para la región, basadas en información del Ministerio de Medio Ambiente y confirmadas por el comité técnico del fondo, formado por científicos y miembros de la sociedad civil.