Los incendios récord que azotaron la Amazonia entre junio y agosto emitieron a la atmósfera de 31 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), reveló el lunes el Observatorio del Clima.
Según los datos, proporcionados a la televisión local «Globo», la cifra equivale a las emisiones de todo Reino Unido en un solo mes, lo que convierte a Brasil en el sexto mayor emisor mundial de CO2, con cerca 2.300 millones de toneladas de gases.
Actualmente, los ríos de la Amazonia, como el Madeira, en el estado de Rondônia (oeste), están en sus niveles más bajos de la historia, mientras que en el Cerrado, el segundo mayor bioma del país, el fuego ya ha consumido unas 9.000 hectáreas del Parque Nacional de Chapada dos Veadeiros, en el estado de Goiás (centro-oeste).
En las últimas semanas, una espesa capa de humo se ha extendido por más de la mitad de Brasil, afectando a grandes ciudades como Río de Janeiro, Belo Horizonte y São Paulo, sumado a que el país vive la peor sequía de su historia reciente, según el Centro Nacional de Monitorización de Catástrofes Naturales (Cemaden), del Ministerio de Ciencia y Tecnología,
«Casi el 100 por ciento de los incendios que se han declarado en los últimos meses tienen un origen humano. No están causados por descargas eléctricas o rayos», advirtió a «Globo» el climatólogo Carlos Nobre.
«Si el calentamiento global supera los 2 grados Centígrados (°C) y la deforestación alcanza entre el 20 por ciento y el 25 por ciento, estaremos muy cerca de un punto de no retorno. Si seguimos en esta trayectoria, en 2050 habremos sobrepasado este límite», añadió.
Debido a su gran cantidad de árboles, la Amazonia desempeña un papel vital en el equilibrio climático, ya que absorbe gran cantidad de CO2 y libera oxígeno, sin embargo, este fenómeno se ha visto rebasado por la acción humana, lo tiene un impacto directo en el cambio climático.
En agosto pasado, la temperatura media global cerca de la superficie fue de 16,4ºC y los océanos de 20,9°C, ambas cifras por encima de la media habitual, condiciones que afectan directamente al régimen de lluvias, provocando tormentas extremas y sequías cada vez más prolongadas e intensas.