Israel ejecutó un devastador ataque sobre objetivos clave en Irán durante la madrugada del viernes 13 de junio, en el marco de la denominada “Operación León Naciente”. El bombardeo aéreo, que incluyó el uso de cazas F-35 y misiles de precisión, tuvo como blancos instalaciones nucleares subterráneas en Natanz y Fordow, así como también altos mandos del régimen teocrático. La operación marcó un punto de inflexión en el conflicto entre ambos países.
Según informaron las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), el objetivo principal fue desmantelar el corazón del programa de enriquecimiento nuclear iraní. El ataque fue descrito como una “ofensiva combinada basada en inteligencia de alta calidad”, lanzada en respuesta a las agresiones del régimen iraní y en coordinación con el servicio secreto israelí, el Mossad. Se presume que operaciones encubiertas impidieron el funcionamiento de los sistemas defensivos iraníes.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, explicó que se buscó frenar los avances iraníes hacia la fabricación de armas nucleares. Al mismo tiempo, el gobierno de Israel puso en alerta su sistema antiaéreo y advirtió a su población sobre posibles represalias.
Entre las consecuencias más relevantes del ataque, se confirmó la muerte del general Hossein Salami, comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica y sucesor del célebre Qasem Soleimani. También fue abatido el general Mohammad Bagheri, figura clave en la cooperación con Rusia en el uso de drones contra Ucrania. La muerte de ambos líderes fue confirmada por la televisión estatal iraní.
Otros altos mandos también fueron eliminados en la ofensiva. Israel informó que entre los muertos se encuentran Amir Alí Hajizadeh, jefe de la Fuerza Aérea de la Guardia Revolucionaria; Gholam Ali Rashid, comandante del Comando Khatem al-Anbiya; y varios científicos nucleares, entre ellos Mohammad-Mehdi Tehranchi y Fereydoun Abbasi.
El golpe a la cúpula militar y científica iraní fue considerado el más devastador desde la fundación de la República Islámica. En meses recientes, Israel también habría eliminado a figuras claves del entramado terrorista iraní como Hassan Nasrallah (Hezbollah), Ismail Haniya (Hamas) y Yahya Sinwar, señalado como el cerebro de los ataques del 7 de octubre.
Mientras tanto, Irán había advertido días antes que, de fracasar sus negociaciones con Estados Unidos, lanzaría ofensivas contra objetivos norteamericanos. Incluso había divulgado posibles blancos en Israel si estallaba un conflicto abierto.
La operación israelí ocurrió luego de que el Organismo Internacional de Energía Atómica, dirigido por Rafael Grossi, aprobara una resolución que condenaba a Teherán por incumplimientos en sus compromisos nucleares. Esto representó un revés diplomático significativo para el régimen del Ayatollah Alí Khamenei.
Ante la inminencia del ataque, Washington había ordenado la evacuación del personal no esencial en sus embajadas en Irak, Kuwait y Baréin. Aun así, hasta última hora del jueves, no se había cancelado la reunión prevista entre Irán y el enviado especial estadounidense Steve Witkoff para tratar un nuevo acuerdo nuclear. Sin embargo, tras la ofensiva, analistas señalaron: “Game over”.
El jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir, advirtió: “Cualquiera que intente desafiarnos pagará un alto precio. Entramos en esta operación con un objetivo claro: garantizar un futuro más seguro para Israel y sus ciudadanos”.