La administración del expresidente Donald Trump ha intensificado la presión militar sobre Venezuela, desplegando tres destructores con 4,000 soldados en aguas del Caribe cerca de las costas del país. Este movimiento, calificado como la mayor operación militar de Estados Unidos en la región desde la invasión de Panamá en 1989, tiene como objetivo principal frenar el flujo de drogas. La Casa Blanca declaró que está lista para «usar todo su poder» contra el narcotráfico, y calificó al régimen de Nicolás Maduro como un «cártel del narcotráfico». El gobierno de Venezuela ha respondido denunciando estas «amenazas» como un riesgo para la paz y la estabilidad de la región.

El despliegue militar, que incluirá buques de guerra, aviones espía P-8 y al menos un submarino, se mantendrá en la región por «varios meses», según fuentes del Pentágono. La misión tiene como objetivo «contrarrestar amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos provenientes de organizaciones narcoterroristas designadas». Se ha informado que los activos navales también podrían servir como plataformas de lanzamiento para ataques selectivos.

Este escalamiento ocurre después de que Estados Unidos incluyera al Cártel de los Soles, vinculado al gobierno de Maduro, en su lista de organizaciones terroristas extranjeras. Venezuela, por su parte, ha defendido su historial en la lucha contra el crimen organizado desde la salida de la DEA en 2005. El gobierno venezolano ha ordenado el despliegue de 4.5 millones de milicianos para defender el territorio y asegurar que ningún «imperio» toque el «suelo sagrado de Venezuela».