El árbitro rumano Sebastian Coltescu, centro de un gran escándalo tras sus palabras consideradas racistas, que llevaron al aplazamiento del partido de Champions entre el Paris SG y el Basaksehir el martes, ha tenido un recorrido marcado por varias sanciones.
«Es el negro, mira a ver quién es»: estas palabras dirigidas por Coltescu, cuarto árbitro, a su compatriota Ovidiu Hategan, juez principal, desencadenaron una tormenta que amenaza con poner fin a su carrera internacional.
Este ingeniero de formación, nacido en 1977 en Craiova (sur) jugó brevemente como centrocampista del equipo local Electroputere (2ª división), antes de empezar como árbitro en 1996.
«Sentí que no sería un buen futbolista», explicó para justificar su cambio de carrera, según el diario Gazeta Sporturilor.
En 2003, entra en la lista de árbitros de primera división y tres años más tarde logra su escudo de árbitro FIFA.
«Creo que nunca podré devolver al arbitraje ni un 10% de lo que he recibido», afirmó entonces a los medios, citando especialmente la posibilidad de viajar al extranjero.
No obstante, en 2007, es relegado a la 2ª división tras unos «graves errores» cometidos en un partido de la liga rumana. Según la prensa, habría negado dos penales a un equipo, al tiempo que se mostró demasiado clemente hacia los jugadores rivales.
‘RESISTIR A LA PRESIÓN’
Afectado por esta sanción, Sebastian Coltescu habría intentado suicidarse un año más tarde, habían afirmado entonces los medios, mientras que varios compañeros consideraban que era «víctima» de un sistema que lo «empujó al borde de la desesperación».
«Temo que su carrera de árbitro acabe abruptamente», había declarado el árbitro Adrian Porumboiu, antes de añadir que «cuando te haces árbitro, debes ser capaz de resistir a la presión».
Sebastian Coltescu volvió, no obstante, a los campos, antes de recibir otra suspensión en 1ª división en 2015, por varios «fallos», como el anular tres goles al Steaua de Bucarest.
La Comisión Central de Árbitros (CCA), sin embargo, levantó pronto esa sanción, ya que la UEFA lo había elegido para arbitrar un partido internacional juvenil.
A pesar de estos altibajos, figura hoy en día como el tercer árbitro rumano con más partidos arbitrados (309).
Pero su futuro tras el incidente del martes es ahora incierto.
«Es la página más vergonzosa de la historia del arbitraje rumano»: Ion Craciunescu, de 70 años, uno de los grandes colegiados rumanos, ahora retirado, no se muerde la lengua al hablar de su compañero.
El mismo que había descrito hace algunos años como «uno de los árbitros más talentosos» de la nueva generación.
Información vía: Excelsior