Frente al féretro, el adiós de una amiga

Sor Geneviève no era una figura ajena en el Vaticano, visitaba al Papa cada miércoles acompañada de personas trans y de la comunidad LGBT

En medio del solemne adiós al papa Francisco, una figura llamó la atención de todos en la Basílica de San Pedro. Con una mochila verde al hombro y el corazón en la mano, una monja se acercó silenciosa pero decidida al féretro del pontífice. No rompió la cinta de seguridad, pero sí rompió el protocolo. Lo hizo por una razón poderosa: despedirse de un amigo.

La mujer fue identificada como Sor Geneviève Jeanningros, una religiosa de 82 años con una historia de vida profundamente entrelazada con la del primer Papa latinoamericano. Durante 57 años ha vivido en Roma, pero también compartió parte de su vida en Argentina, donde conoció al entonces Jorge Mario Bergoglio. Su vínculo con el Sumo Pontífice era cercano, tanto que él la llamaba afectuosamente enfant terrible, niña terrible, en francés, por su carácter libre y provocador.

Sor Geneviève no era una figura ajena en el Vaticano. Visitaba al Papa cada miércoles por la mañana, acompañada de personas trans y de la comunidad LGBT, quienes eran recibidas con afecto y respeto por el líder de la Iglesia. En cada encuentro, salían emocionadas. Francisco las escuchaba. Geneviève siempre lo agradecía.

En esta despedida, fue imposible no conmoverse al verla detenerse cerca del ataúd. No alzó la voz, no pidió nada. Solo se quedó unos instantes frente al cuerpo de su amigo. Nadie la detuvo. Quizá porque entendieron que aquel gesto tenía más valor que cualquier norma ceremonial.

Su vida está marcada por causas profundas. Es parte de la orden de las Hermanitas de Jesús y sobrina de Léonie Duquet, una monja secuestrada y asesinada durante la dictadura militar en Argentina, mientras ayudaba a las Madres de Plaza de Mayo. Geneviève heredó ese espíritu combativo y compasivo. Vive en una caravana en un parque de diversiones en Ostia, cerca de Roma, junto a otra monja. Dedica su vida a ayudar a quienes nadie más ve: personas pobres, sexoservidoras y transexuales que sobreviven en las calles.

En un momento cargado de simbolismo, su silenciosa despedida nos recordó que detrás de la figura del Papa estaba también un hombre amado, acompañado, y llorado por los suyos. Y que entre quienes más lo lloran está ella: la monja que no necesitó cruzar la cinta para estar cerca, porque ya vivía en su corazón.

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