La coordinadora de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), María de Lourdes López Camacho, explica que durante el seguimiento a las obras se realizó un pozo de sondeo de dos por dos metros, detectándose restos óseos humanos a partir de 1.37 metros de profundidad.
En las últimas tres semanas, el equipo recuperó las osamentas –en diversos estados de conservación– de 21 individuos, en su mayoría adultos femeninos y masculinos, incluidos un par de infantes.
Las inhumaciones se realizaron de forma directa en el suelo y en tres momentos distintos durante el primer siglo tras la caída de México-Tenochtitlan. Pese a que la mayoría presentó la misma orientación oeste-este, la cual alude a la creencia de la resurrección en la fe cristiana, su disposición hace pensar en dos tipos de población: una de origen indígena, probablemente mexica, y otra europea.
Debido a su posición, los especialistas creen que se trata de un rito funerario católico. Otro par de individuos fueron inhumados portando un sello y una navajilla de obsidiana verde, ambos prehispánicos
“Proponemos que este enterramiento colectivo corresponde a un cementerio del virreinato temprano, porque muestra la transición de las costumbres funerarias prehispánicas a las implementadas con la llegada de los españoles y su sistema religioso”, manifiesta la especialista-
Respecto a las condiciones de salud-enfermedad, las observaciones preliminares señalan que las personas inhumadas padecieron, entre otras afecciones, hipoplasia, atrición y cálculos dentales (desgaste del esmalte y la estructura dentaria, además de sarro), inflamación del periostio (vaina fibrosa que cubre los huesos) y otros procesos infecciosos, así como enfermedades relacionadas con déficit nutricional.