Unos 300 migrantes de distintas nacionalidades iniciaron la mañana de este miércoles la caravana denominada Éxodo de la Justicia, con rumbo a la Ciudad de México. La marcha, que partió desde Tapachula, Chiapas, tiene como objetivo alcanzar mejores condiciones de vida y un trato digno, ante la falta de empleo y los retrasos en los trámites migratorios por parte de las autoridades.
El contingente está conformado por personas originarias de Cuba, Haití, Venezuela, Ecuador, Colombia, así como de países de África y Centroamérica. La movilización arrancó alrededor de las 6:00 horas, tras una oración dirigida por el sacerdote y activista Heyman Vázquez Medina. Portaban mantas con leyendas como “Éxodo de Justicia” y “Migrar no es un crimen”, además de banderas de México.
Pese a la presencia de cuatro vehículos del Instituto Nacional de Migración (INM) frente al parque Bicentenario, los migrantes avanzaron sin detenerse. A diferencia de otras caravanas, este grupo no busca llegar a Estados Unidos, sino establecerse en la Ciudad de México o en otras ciudades del país donde puedan encontrar empleo.
Los migrantes denunciaron cobros irregulares por parte de funcionarios del INM y de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), así como la lentitud en los trámites para regularizar su estancia. También señalaron que en Tapachula los trabajos son escasos, mal pagados y que el costo de vida —particularmente el alquiler— es insostenible.
Durante el trayecto, el grupo fue acompañado por una patrulla de la policía municipal, tres de la Marina, una ambulancia, así como cuatro unidades del INM y del Grupo Beta. Luego de caminar más de dos horas y recorrer ocho kilómetros, llegaron al primer punto de revisión en el poblado de Álvaro Obregón.
Ahí, funcionarios del INM y elementos de la Guardia Nacional intentaron detener la marcha usando un megáfono: “Señores, buenos días, de la manera más atenta se les invita a no continuar caminando. No se expongan a las altas temperaturas y lluvia, no arriesguen la vida de sus hijos”. Sin embargo, los migrantes ignoraron el llamado y continuaron su camino.
Algunos integrantes de la caravana vendieron sus pertenencias para adquirir bicicletas, triciclos o motocicletas con las que transportar maletas o a sus hijos. Es el caso de Keyla, una venezolana con dos hijos nacidos en Colombia, quien relató que su esposo la abandonó tras meses de espera sin respuesta de Comar. Para unirse a la caravana, vendió todo: estufa, cilindro, ropa y utensilios, y con ese dinero compró un triciclo.
“Trabajo como mesera por 150 pesos al día más propinas, no alcanza. Me uní a la caravana para llegar a Monterrey, donde dicen que hay trabajo”, explicó Keyla, quien también transporta maletas de otros compañeros a cambio de apoyo.
Harrison, migrante cubano de 32 años, denunció que lleva seis meses esperando su primera cita en Comar 2. Asegura que le han pedido hasta 40 mil pesos por «agilizar» y asegurar su trámite de refugio. “¿De dónde voy a sacar eso si gano 1,200 pesos a la semana como albañil?”, lamentó. Compró una bicicleta usada para trasladarse y espera encontrar en la capital una mejor oportunidad.
El sacerdote Heyman Vázquez criticó el trato que reciben los migrantes por parte del gobierno mexicano: “Si no quieren caravanas, que les den documentos, buen trato y respeten sus derechos. Hay migrantes que llevan más de medio año esperando una respuesta, y nunca llega el correo”.
Agregó que en Tapachula las condiciones son inhumanas: no hay empleo, hay explotación laboral y los ingresos no alcanzan para cubrir necesidades básicas. “No se puede vivir con dignidad así”, concluyó.