El príncipe Enrique abandonó su trabajo en la familia real por culpa de la prensa británica, a la que calificó de «tóxica» y admitió en una entrevista en un programa televisivo de Estados Unidos que la presión mediática estaba «destruyendo» su salud mental.
Hace una semana, el Palacio de Buckingham anunció que el nieto de la reina Isabel II, junto a su esposa, la actriz estadunidense Meghan Markle, rompían con la familia real, por lo que no volverán a trabajar como miembros de la realeza, y por tanto perderían sus patrocinios, como el de la Unión de Rugby, y sus cargos honoríficos en las Fuerzas Armadas.
El duque de Sussex subrayó que no había «huido» de su país natal, sino que había dado un «paso atrás» para evitar el «entorno difícil» que lo rodeaba, pero dijo que su vida «es servicio público» y, por ello, siempre estará «contribuyendo» desde cualquier parte del mundo.
Antes de mudarse a California, la pareja ya había mostrado en múltiples ocasiones su descontento con el tratamiento que los tabloides británicos daban a Markle, de orígenes afroamericanos.
Incluso llegó a demandar a uno de ellos por violar su privacidad por publicar extractos de una carta que escribió a su padre. En la entrevista, también reveló que supo que Markle, con la que espera a su segundo hijo, era la indicada en su «segunda cita» y que con ella pasó «un tiempo enorme» conociéndose, aunque admitió las dificultades que acarrea su posición familiar.